ORIGAMI PLÁSTICO Y MENTAL
por Àlex Mitrani
LA VANGUARDIA, suplemento "Cultura/s" nº 498, 4 de enero 2012
Pétalos gigantes y piedras talladas, alegres burbujas y un severo ataúd: un universo tan encantador como ligero se articula, sólidamente dibujado pero bailarín como un móvil de Calder, en la muestra de Sabine Finkenauer. La obra de esta artista alemana afincada en Barcelona lleva unos años de constante progresión y reconocimiento. Su participación en Non-Declarative drawing (2007) en el Drawing Center de Nueva York confirmaba el interés de un trabajo marcado por la constancia y la coherencia, en el que la pintura se manifestaba bajo las premisas abiertas y procesuales del dibujo y el dibujo respondiendo a la contundencia de la pintura. Ahora, Finkenauer parece retornar a su formación inicial como escultora, para enfrentarse al volumen y su lugar en el espacio.
La artista ha compuesto la galería como si de un soporte plástico se tratara y no un simple contenedor. Sería reductor aplicar a esta propuesta la etiqueta de Dibujo expandido. Finkenauer va más allá. No se trata de invadir los muros con una desbordada pulsión plástica. De hecho, no trabaja con el exceso sino con la contención y el límite. Se propone trasladar las cualidades del dibujo lineal y del papel como territorio al espacio real. O resolver el dibujo (el andamiaje que hace posible también la pintura) como si fuera un problema arquitectónico.
Distribuir, desplazar y dibujar son variantes de un mismo designio: componer. La pared blanca hace oficio de lienzo u hoja de papel. Las aristas en las esquinas son líneas y/o pliegues que generan ángulos y espacios. Así, se produce un resultado paradójico: lo bidimensional parece tridimensional y viceversa. Finkenauer ha convertido el espacio de la galería en una maqueta, en un modelo, en algo a la vez físico y mental.
Al mismo tiempo que se articula el espacio, como por vasos comunicantes se definen los cuerpos que lo habitan. La forma dibujada trasladada en volumen y dispuesta sobre un pequeño soporte se convierte no en estatua sino en cosa. Su construcción y acabado remite al mobiliario económico. Así, aparecen resonancias de los muebles del minimalista Donald Judd o de la "música de mobiliario" de Erik Satie. A la vez autosuficientes y modulares, intensas y banales, estas piezas son objetos herméticos pero extrañamente familiares cuya apariencia fluctúa entre el mueble, el obstáculo y la figuración. Las pequeñas esculturas funcionan como apliques o bien semejan una puntuación que hubiera adquirido cuerpo físico. Parecen modelos o maquetas. Todo es plano y a la vez volumétrico, resultado del pliegue y del despliegue, de la articulación y del trazado. Podríamos definir el conjunto como un origami arquitectónico.
Pese a que su carga analítica y paradójica invita a una interpretación compleja, el trabajo de Finkenauer muestra una amabilidad accesible y optimista. Por los juegos de escala y significación, por las citas al formalismo combinadas con iconografía floreal que bordea el kitsch, es una obra irónica. Pero su ironía está alejada del cinismo o la frivolidad postmodernos. La instalación en MasArt fascina por su simplicidad y sugestión. Funciona como un dispositivo o mecanismo para activar la imaginación, tanto plástica como narrativa y es una fuente de placer.
MasArt Galería. Sant Eusebi, 40. Hasta el 5 de enero.
